FUNCIONARIOFOBIA

Nuestros gobernantes han generado una nueva corriente de opinión, a la que día a día van alimentando con la clara finalidad de crear una cortina de humo, desviar la atención sobre la verdadera razón del elevado gasto público y dividir a la opinión pública: la “FUNCIONARIOFOBIA”. Mediante ésta tratan de culpabilizar y cargar el peso de la responsabilidad de la crisis sobre los trabajadores del sector público. Baste como botón de muestra las recientes declaraciones de Miguel Ángel Rodríguez (ex portavoz del Gobierno en la etapa de Aznar) en un programa de televisión donde mantenía que “hay que eliminar el 25% de empleados públicos por no podérnoslo permitir”, “hay que acabar con los privilegios de los funcionarios” y otras perlas similares. Lo que usted llama “privilegios de los funcionarios” son derechos laborales alcanzados a lo largo de los años, sr. Rodríguez. Privilegios son los vehículos oficiales, viajes, dietas astronómicas, asesores, guardaespaldas y un sin fin de prebendas de la clase política de la que usted forma, o formó parte en su día. Pero, ¿realmente podemos prescindir de servicios tan esenciales como médicos, educadores, policías, bomberos y demás servidores públicos, soportes básicos del Estado de Bienestar?¿Son los funcionarios la verdadera razón del elevado gasto público, o realmente lo son las malversaciones de caudales públicos y la mala gestión política? ¿No resultan más prescindibles los elevadísimos gastos en faraónicas obras sin utilidad alguna, los innumerables cargos políticos y cargos de confianza nombrados a dedo y toda la carga que generan a su alrededor?



PRINCIPADO DE ASTURIAS

Cascos se sale del marco

El retrato del actual líder de Foro como ministro de Fomento costará 194.000 euros, el doble de lo que la Administración ha pagado por inmortalizar a otros políticos

Algunos de los más grandes cuadros del Museo del Prado son retratos de personajes de la corte. Pero no parece que el que se hará a José Bono, como se supo esta semana, para la galería de presidentes del Congreso esté destinado a la gloria inmortal de las historias del arte. Aunque quién sabe qué opinará la posteridad de Bernardo Torrens (1957), su autor...

 

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