Vivimos una época de vacas flacas y la teta de la vaca cada vez da para menos. Pero para que unos pocos privilegiados con capacidad para dirigir y gestionar el producto de ésta puedan seguir mamando de ella sin límite alguno, muchas veces en provecho propio, otras derrochando alegremente y sin sentido, el resto nos vemos obligados a tener que alimentar, cada vez con mayor esfuerzo, a la maltrecha vaca.
FUNCIONARIOFOBIA
Nuestros gobernantes han generado una nueva corriente de opinión, a la que día a día van alimentando con la clara finalidad de crear una cortina de humo, desviar la atención sobre la verdadera razón del elevado gasto público y dividir a la opinión pública: la “FUNCIONARIOFOBIA”. Mediante ésta tratan de culpabilizar y cargar el peso de la responsabilidad de la crisis sobre los trabajadores del sector público. Baste como botón de muestra las recientes declaraciones de Miguel Ángel Rodríguez (ex portavoz del Gobierno en la etapa de Aznar) en un programa de televisión donde mantenía que “hay que eliminar el 25% de empleados públicos por no podérnoslo permitir”, “hay que acabar con los privilegios de los funcionarios” y otras perlas similares. Lo que usted llama “privilegios de los funcionarios” son derechos laborales alcanzados a lo largo de los años, sr. Rodríguez. Privilegios son los vehículos oficiales, viajes, dietas astronómicas, asesores, guardaespaldas y un sin fin de prebendas de la clase política de la que usted forma, o formó parte en su día. Pero, ¿realmente podemos prescindir de servicios tan esenciales como médicos, educadores, policías, bomberos y demás servidores públicos, soportes básicos del Estado de Bienestar?¿Son los funcionarios la verdadera razón del elevado gasto público, o realmente lo son las malversaciones de caudales públicos y la mala gestión política? ¿No resultan más prescindibles los elevadísimos gastos en faraónicas obras sin utilidad alguna, los innumerables cargos políticos y cargos de confianza nombrados a dedo y toda la carga que generan a su alrededor?
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